Y es que en los pueblos… son así

España es un país que durante siglos ha sido predominantemente rústico, dependiendo de la tierra para su supervivencia y su economía, y aún es mucho lo que se le debe al sector primario. Y de acuerdo a esta circunstancia, fue como surgieron los núcleos de población rurales, en contacto permanente con la naturaleza y dependiendo de ella. Hoy en día, nuestro país está lleno de pueblos con ese espíritu, eso que a los españoles nos gusta llamar «pueblos con encanto«. Y aunque nuestro estilo de vida actual en pleno siglo XXI nos lleva más a las ciudades y su intrépido ritmo, a cualquiera de nosotros nos gusta el turismo rural, o de vez en cuando irse y disfrutar de la tranquilidad que nos ofrecen este tipo de localidades.

Vivir en un pueblo tiene sus pros, claro; pero también tiene sus contras. Los que llegan de las ciudades hablan de paz, calidad de vida, el disfrute al aire libre, el trato cariñoso de sus buenas gentes… Y los que han salido de alguno de estos lugares, te cuentan que odian la falta de oportunidades y, sobre todo, el que todo el mundo sepa todo de todos. Sabemos que el cotilleo se creo en los pueblos, y es cierto que es estos lugares es casi imposible mantener algo en secreto; y lo peor no es eso, sino, como también señalan sus detractores, los juicios de opinión y las estrecheces de mente.

Si alguno de vosotros es de pueblo, o tiene familia cercana en uno de ellos, seguro que sabe a lo que me refiero. Aunque parezca cosa del pasado, en las localidades pequeñas los prejuicios y los juicios de valor están a la orden del día; y no parece que vayan a desaparecer a corto plazo. No hay nada peor que te cataloguen en un pueblo, porque entonces, ni tú ni tu familia por varias generaciones, os librareis del título. Ya sabes, se escucharán cosas como «el tonto del pueblo», «la puta del pueblo», «el hijo del civil», y «el maricón» y «el drogata». Una vez que te han puesto uno de esos sobrenombres, apaga y vámonos, porque al menos tú no los verás desaparecer tan fácilmente.

Pocas cosas hay peor que ser lesbiana en un pueblo, eso lo sabréis todas las mujeres homosexuales que hayáis nacido en uno. Ya es difícil para un hombre, pero para una mujer, es casi un infierno dar muestra de que te puede gustar otra persona del mismo género. No habrá quién te quite para los restos el mote de boyera o tortillera, aunque eso no es lo peor, porque en realidad es cierto que eso es lo que eres; el humor negro y la mala leche es lo que de verdad hace imposible el que puedas vivir tranquila, y la continua vigilancia a la que te somete toda la vecindad; curiosamente, sobre todo la población femenina. Por lo general, no suelen quedar homosexuales en un pueblo, ya sea del género  que sean, porque sus convecinos ya se encargan de que no tengan más remedio que irse, o aguantar estoicamente toda la vida, que ya es mucho el pedirle a una persona.

Claro, es difícil hacernos una idea de cómo puede ser eso a la gente de la ciudad, que vemos a las lesbianas porno como lo más natural del mundo; de lejos, mucho más natural que el porno gay. Lo curioso es que estas besos, caricias y masturbaciones entre mujeres que no nos llaman la atención en la pornografía online, resulta que sí que lo hacen cuando lo vemos en vivo y en directo. Aunque bueno, puede que aún no hayamos conseguido librarnos de tabúes y prejuicios estúpidos, y hay que decir que las cosas van bien en ese aspecto de la sociedad; por suerte, la solidaridad y la normalización con respecto al colectivo LGTB cada vez es más profunda. Como dice un colega mía, las webs porno han hecho un bien social que no acabará nunca de ser lo bastante apreciado, jeje.

Pero en los pueblos, nada cambia, o lo hace muy poco a poco. Así que te diré que se puede ser muy feliz viviendo en una pequeña localidad rural, pero ojo: no te salgas del molde. Adáptate al entorno y a la masa de vecinos, y todo te irá bien. No vayas de moderno ni de enterado, porque no será nada apreciada tu forma de ser distinta. Limítate a descansar y a disfrutar, y por fin comprenderás eso de los «pueblos con encanto».